top of page
Foto del escritorLEIDY JULIANA RESTREPO MESA

Bingo con C - E - N - T - R - O.

El viejo del corauñas ni se entera, no escucha al que canta el BINGO, mucho menos a la loca que reparte guaro y gritos por todos lados.


Por Leidy Restrepo



En el centro comercial Orquídea Plaza, en pleno Junín, el segundo piso está ocupado casi todo por mesas y tablas de bingo, el resto es un casino pequeñito de meras maquinitas, un Gana y una cafetería desabastecida. De entre todos los jugadores uno resalta, se hace al final en la última fila de sillas, paga una tabla, pone tres al frente, la que está paga en la mitad, a su izquierda una caja de Ron Medellín, a su derecha un cortauñas grandote. Empiezan a cantar el bingo, un ron, dos uñas, se acuerda que está “jugando” y tapa un número al azar. Un ron, dos uñas, un número al azar. Dos rones, tres uñas, se olvida de los números. Se olvida del ron, de la tabla, de las uñas, vuelve a empezar a cortar más raso, lo poco que dejó de uñas la primera vez que tapó un número que no ha caído.


Mientras tanto en otra mesa y esta vez con una caja de guaro una mujer grita histérica: ¡Bingo! ¡Bingo! desesperada, ebria, tomaba guaro, miraba a su izquierda, a las otras mesas y gritaba de nuevo ¡Bingo! ¡Bingo! Nadie le hacía caso, todos sabían que no había ganado. Pero ella seguía gritando: bingo y tomando: guaro. Por fin, un hombre se paró y se dirigió la anciana gritona y borracha. Ojalá la calle, pensaban todos. Ella lo vió venir y gritó de nuevo, más emocionada ¡Bingo! ¡Bingo, tomate uno binguito!


El viejo del corauñas ni se entera, no escucha al que canta el BINGO, mucho menos a la loca que reparte guaro y gritos por todos lados.


Parece que la única mujer sensata y pulcra en esa gigantesca sala, llena de mesas, tablas y números es la profesora. B de burro, I de iguana, N de niño, G de gato, O de oso. BINGO de 500.000. La profe, como la llaman las empleadas cada que el van a cobrar las tablas, ha pasado ya varias horas de su día y quién sabe cuántas de su vida en esa sala de juegos gigantes, los tableros no son de tiza ni marcador, los números no están ahí para hacer parte de operaciones, las tablas no son de multiplicar y la señora, que lleva largo rato ahí, ya no debe dar clase. ¿Profe, va a jugar este? pregunta la empleada, con temor, no vaya a ser que la mirada acusadora de la señora la repruebe.


Se acabó este bingo, ya se lo ganaron. La ganadora es una señora vieja que pasó desapercibida en esta inmensidad y solo pudo ser notada cuando levantó la mano victoriosa, se ganó el completo en una sala que está casi vacía.

7 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page