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Foto del escritorLEIDY JULIANA RESTREPO MESA

Las carreras de caballos de los pobres

Aparecen las probabilidades de ganar que tiene cada animal, lo que condiciona la cantidad a pagar en caso de que gane la carrera. Paga más cuanto menor sea la probabilidad de que gane. 


Por Javier Giraldo




En la calle Caracas con Palacé se encuentra ubicado uno de los cinco locales de Betplay dedicados al servicio de apuestas de carreras de caballos y perros galgos, entre otras apuestas, en el centro de Medellín.


La tarde que fui había seis hombres observando las carreras en siete de las ocho pantallas que dispone el sitio y la joven encargada de atender el negocio. Su función consiste en atender a las personas que llegan atraídas por el juego, recibir los billetes y monedas, imprimir el boleto de la apuesta, brindar información en caso de que ingrese un apostador novato ignorante de su funcionamiento, supervisar que no ocurran actos de indisciplina o dañen los cuatro computadores, las 5 sillas metálicas o se roben el termo de plástico en el que ofrece tinto.


Esa ocasión estaban transmitiendo solo carreras de caballos y perros galgos. No estaban habilitadas las apuestas de fútbol, pero al día siguiente sí, me comentó la mujer. Al día siguiente se llevaría a cabo la quinta jornada de las eliminatorias Conmebol para la copa Mundial de Fútbol masculino.


-Cuando hay partidos de fútbol esto se llena. El lugar es bien estrecho y se llena con poquita gente, bueno, cuando juega Colombia, Nacional o algún equipo de fútbol conocido se llena más- me dijo la encargada del local.

Ella se hace detrás de un cristal con cinco huecos de diferentes tamaños por los que se comunica, entrega y recibe el dinero y los boletos a los apostadores que llegan, miran las apuestas disponibles en las pantallas adecuadas en la pared izquierda, luego observan en las pantallas la carrera de turno, vuelven a consultar el monitor y tras unos minutos de decisión, compran el tiquete de la suerte.


Manuel suele bajarse en la estación Berrío del Metro por las tardes, después de finalizar su turno laboral en una obra de construcción del sur de la ciudad y antes de tomar el bus que lo lleva a su casa suele pasarse por el local de las apuestas y compra varios boletos, observa las carreras, se emociona, pelea con el animal de turno si no gana. Hay días en que recupera lo invertido y le queda para pagar el pasaje del bus de Santo Domingo, comprar algo de comida y guardar para las apuestas del día siguiente.


Hoy ha apostado cuatro veces en las carreras de caballo y todas las ha perdido. No ha sido un buen día, en ese aspecto.


-Una vez me gané como 100.000 pesos- me comentó Manuel en una de las pausas que hay por apuestas, las cuales suelen durar 3 minutos- no en este negocio sino en uno que queda cerquita del Centro Comercial La Cascada.





El local que él me mencionó se encuentra en Cundinamarca (carrera 53) con Colombia (calle 50) a unas cuatro cuadras de donde nos encontrábamos. Le gusta pasarse por aquel negocio los fines de semana o cuando cuenta con dinero para apostar a las carreras de caballos y beber unas cuantas cervezas en alguno de los bares distribuidos por esa vía que conecta con la Veracruz y el Raudal, la cuadra de las putas. Hay días en los que Manuel combina las apuestas, el alcohol y el sexo. Hay días en los que solo apuesta y a veces observa, porque no todas las ocasiones cuenta con dinero para apostar.


Según Johana, la encargada del negocio, la apuesta mínima es de 1000 pesos en el caso de las carreras de galgos y de 2000 pesos las carreras de caballos. Existen apuestas simples y combinadas. Uno puede apostar a un animal, a dos o tres. Puede jugar con el resultado del podio posible. En las pantallas aparece el nombre de los corredores y su ficha técnica de acuerdo a las últimas carreras. Aparecen las probabilidades de ganar que tiene cada animal, lo que condiciona la cantidad a pagar en caso de que gane la carrera. Paga más cuanto menor sea la probabilidad de que gane.


En las tres pantallas de la pared izquierda transmiten las carreras de caballos y en las dos de la derecha las carreras de galgos. Ambas disciplinas se me hacen parecidas en su lógica de competición, es decir, en un hipódromo o canódromo se ubican un número de competidores en sus puestos de salida (6 disponibles en esta oportunidad en ambas carreras), esperan la señal o que salte el señuelo y luego se abren las compuertas y los caballos o perros saltan hacia adelante, corren veloces detrás del señuelo o fustigados por el jinete. Los apostadores observan expectantes, nerviosos, a los animales correr durante unos segundos hasta que cruzan la meta.


Los perros galgos pueden alcanzar los 65 kilómetros por hora. La máxima velocidad registrada en el libro de Récord Guinness en un caballo pura sangre es de 70 kilómetros. Sin embargo, su velocidad habitual va desde los 50 hasta los 65 kilómetros, según Terránea, una página especializada en animales.


Uno de los apostadores presentes viste gorra negra, camiseta roja y pantalón negro, se hizo cerca de la ventanilla y apuesta constantemente a las carreras de caballos. Es un tipo poco expresivo al momento de apostar. Diferente a la personalidad de Manuel quien cada que apuesta grita a la pantalla o con una mano une meñique, anular, medio y pulgar y emite un sonido similar al de una fusta, ese látigo con que le pegan a los caballos para que corran más rápido, me explicó al rato cuando le pregunté por qué movía los dedos de esa particular manera. Ese gesto es frecuente entre los venezolanos apostadores a las carreras de caballos.


Algunos transeúntes se detienen frente al local, observan las pantallas, uno que otro ingresa y realiza una apuesta, luego abandona el lugar. Seguimos las mismas ocho personas, la mayoría trabaja en los locales de al lado y vienen a jugar o ver jugar cada que tienen tiempo. Tres de ellos sentados, el resto distribuidos en el estrecho salón adornado con carteles con mensajes tipo: “prohibido las apuestas a menores de edad”, “máquinas estrictamente para el uso de apuestas de Wplay”, “No se anulan ningún tipo de jugadas en las nacionales” o “El uso de las sillas es para los jugadores”. También hay escudos de equipos nacionales pegados en las paredes pintadas de azul, dos cámaras de seguridad, un ventilador colgado en una esquina, un bafle en otra esquina. La salsa es el género musical seleccionado para hoy.





A propósito del fútbol, el deporte que más rentas deja en apuestas, entre los presentes alguien opinó su resultado del partido de Colombia contra Brasil. Colombia perdía, según él y dos más. Otros opinaron lo mismo, pero de la selección de fútbol venezolana, que ocupa la cuarta casilla en las eliminatorias. La mayoría de ellos provienen del país vecino.


Por unos minutos el tema principal fue el fútbol. Nadie apostó en esas carreras. Pero ellas se sucedían cada cuatro minutos. Las apuestas no se detienen. Son como una avenida, como la regional una tarde en semana. Una tras otras, hasta que son las ocho de la noche y Johana apaga la música que es el primer mensaje no explícito de que llegó el momento de cerrar. Ante el silencio abrupto, las personas se miran como esperando que salga el primero para luego ellos seguirlo. Luego se apagan las pantallas de los televisores y de los computadores. Fin del espectáculo hoy.


El local se encuentra rodeado de compraventas, parqueaderos de motos, una que otra licorera, locales donde venden accesorios para celulares y otros dedicados a la venta de accesorios para el cuerpo y casinos. Conté más de siete casinos en la cuadra, medianos, tan ocultos como el local de Betplay entre los edificios comerciales y de hospedaje barato que integran la zona.


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